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Investigación

SIMPOSIO «METHOL FERRÉ: UN PENSAMIENTO POR LA UNIDAD»

Centro Cultural Borges, Buenos Aires, el 14 de junio de 2010.

CARDENAL JORGE MARIO BERGOGLIO

Sr. Alver Metalli

 

De mi mayor aprecio en Cristo:

Recibí la invitación para el Acto de homenaje a Methol Ferré. Muchas gracias. Me hubiera gustado acompañarlos pero ese día ya lo tengo comprometido; con todo los acompañaré espiritualmente uniéndome en el recuerdo de ese gran hombre que tanto bien hizo a la conciencia latinoamericana y a la Iglesia.

Su pensamiento agudo y creativo sabía mirar con perspectiva tanto a las raíces como hacía las utopías y esto lo convertía en un hombre fiel a la realidad de los pueblos.

Gracias por recordarlo con un corazón agradecido. Quedo a su disposición. Le pido. por favor, que rece por mí. Que Jesús lo bendiga y la Viregn Santa lo cuide. Cordialmente

 

Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

–.–

HELIO JAGUARIBE

Estimado amigo:

 

 

Muchas gracias por su e-mail de 6 del corriente. Mantuve con Methol Ferré, por quien tenia mucha admiración, relaciones cordiales de intercambio de ideas. Methol Ferré es una de los más destacado representantes de la inteligencia latino-americana.

 

Me encanta saber se está promoviendo una importante homenaje a su memoria.

El relevante, en Methol Ferré, fué su capacidad, permaneciendo integralmente argentino, de alta significación también como representante del pensamiento latino-americano, relacionado a un largo crecimiento de sus dos vertientes de latino america.

 

 

 

 

Cordiales saludos,

 

 

Helio Jaguaribe

–.–

GUZMAN CARRIQUIRY

Muy estimados amigos:

 

Mis congratulaciones a la Universidad de Tres de Febrero y al Centro Cultural Charles Péguy por la feliz y oportuna iniciativa de proponer un foro para ir explorando la riqueza de pensamiento que Alberto Methol Ferré ha dejado como valiosísimo legado para la Iglesia católica y para América Latina.

 

No tengo la menor duda en afirmar que este sorprendente autodidacta ha sido el más grande y original pensador católico latinoamericano en la segunda mitad del siglo XX, capaz de conjugar sus conocimientos teológicos, filosóficos e históricos en juicios sintéticos de una potencia apta para abrazar las más diversas realidades y situaciones, para desmontar críticamente las máscaras ideológicas y para apuntar a caminos de transformación social y mayor humanidad.

 

Fue para mí un don de la Providencia haber encontrado a Tucho hacia mediados de los años sesenta y de haber mantenido con él una larga y profunda amistad. Siempre lo llamé “maestro”, por gratitud. Tengo una imborrable y gran deuda de gratitud con él, sea por el más profundo arraigo de la fe que te deja marcado para siempre, sea por la pasión por la vida y destino de nuestros pueblos latinoamericanos. Por eso, sigo teniéndolo muy presente en las oraciones.

 

No es el momento de recordar tantas cosas de este buen maestro y amigo, ni de abundar en tantas direcciones de su pensamiento. Se han publicado textos muy hermosos y profundos en su homenaje, después de su fallecimiento.

 

Me limito a señalar dos aspectos que me parecen centrales en su pensamiento. El primero fue su permanente criterio hermenéutico para afrontar toda la realidad, derivado de su conversión a Jesucristo, de su reconocimiento como el Señor de la historia, de su amor por la Iglesia, de su condición de “tomista silvestre” (como le gustaba definirse). Escribía al respecto en un texto titulado: “Iglesia pensar social totalizante”, en 1977, lo siguiente: “Nuestro punto de partida es una comunidad histórica concreta, llamada Iglesia. Nuestra certeza es que Cristo constituye el centro efectivo de la realidad histórica, y por ende la Iglesia católica. Quienes no lo crean, pueden admitir racionalmente tal punto de partida siquiera como hipótesis de trabajo. Parecería (…) que un cientista social, de acuerdo con sus creencias convencionales, por principio, no puede descartar a priori ninguna hipótesis, o hacer imposible la hipótesis de Cristo como centro de inteligibilidad de la sociedad y la historia (…).Para nosotros, cristianos, es más que una hipótesis, es lo más real de la realidad misma”. Methol no sólo propuso esa hipótesis ni se limitó a considerarla fuente de inspiración personal, sino que intentó, en el desarrollo de su pensamiento y en sus escritos, dar buenas razones de su razonabilidad, demostrar sus posibilidades de comprensión de los procesos fácticos, en su modo de dar cuenta de la realidad. Nos parece estar escuchando al papa Benedicto XVI cuando, en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Aparecida, el 13 de mayo de 2007, afirmaba: “Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ (…). Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella en modo adecuado y realmente humano”.

 

El segundo aspecto que quiero destacar es la conciencia urgida que tenía Methol de la profunda compenetración, al menos para esta fase histórica, entre los destinos de Iglesia católica y los destinos de los pueblos latinoamericanos. Tucho profundizó, desde la realidad latinoamericana, las profundas implicaciones recíprocas entre Iglesia, por una parte parte, y pueblos y naciones, por otra. En América Latina, la Iglesia católica es “pueblo entre los pueblos” – título de uno de sus estudios -, tanto en acepción bíblica y teológica como en su arraigo histórico y cultural. Aquí se juega su destino en las próximas décadas, mientras se asiste a una apostasía de masas en una Europa carente de rumbos y sumida en la confusión. Pero este destino está ligado al destino de los pueblos latinoamericanos, si no quedan rezagados, subalternos y confundidos, sino que, al contrario, reactualizan y reformulan su mejor y más inclusiva tradición cristiana, se muestran capaces de democratización, industrialización e integración, dan saltos cualitativos hacia su unidad y saben universalizarse en círculos concéntricos de vinculaciones. Éste es, para Methol, tremendo desafío que no se afronta sino por mendicantes de la gracia, discípulos y testigos, amigos de la inteligencia y de los pobres, protagonistas de la historia. Nada nos está garantizado…

 

Estoy seguro que quienes intervendrán en este foro nos ayudarán a proseguir en la tarea de difundir, dejarnos cuestionar e incluso – ¡tarea más que exigente! – desarrollar críticamente su pensamiento.

 

 

Dr. Guzmán M. Carriquiry Lecour

Sub-Secretario del Consejo Pontificio para los laicos

Vaticano, 5 de mayo de 2010

–.–

ANTONIO CAFIERO

Buenos Aires, Argentina.

 

Estimado compañero Miguel Barrios

 

Tengo el agrado de dirigirme a Usted, en mi carácter de profundo admirador y amigo de Alberto Methol Ferre, para expresar mi beneplácito por este reconocido homenaje a uno de los intelectuales latinoamericanos más importantes del siglo XX.

 

Nuestro querido “Tucho”, el “argentino oriental”, como le gustaba denominarse, fue un intelectual que trascendió las fronteras, pero por sobre todas las cosas, un pensador político entrañablemente unido al peronismo, hijo intelectual de Perón, que consideraba que “la única verdad es la realidad”.

 

Recuerdo que me ha contado el impacto que le produjo la publicación en Montevideo del célebre discurso de Perón ante los oficiales del alto mando del Ejército, el 11 de noviembre de 1953, en el que expone su concepción del Nuevo ABC. Por primera vez en la región, un presidente argentino, contra todas las teorías de los estados mayores, proponía una alianza estratégica con el Brasil y con Chile, como paso necesario para la integración del continente.

 

A partir de ello, el pensamiento político de Methol Ferré estuvo dedicado a consolidar, profundizar y extender en toda su arquitectura la propuesta de Perón. Así fue que siguió y defendió esa estrella: la de unidad de los pueblos de nuestro continente.

 

Dotado de una prodigiosa capacidad para la reflexión filosófica e histórica, mantuvo hasta sus últimos días una enorme capacidad de trabajo y una incansable voluntad de transmitir sus conocimientos y sus reflexiones.

 

Todos sus hermanos latinoamericanos lo recordaremos con profunda admiración y respeto académico y quienes fuimos sus compañeros tenemos el compromiso de que ese sueño de unidad y justicia social por el que luchó toda su vida pueda ser realizado.

 

Te envío un fuerte abrazo peronista,

Antonio Cafiero

–.–

DANIEL VIDART

Fue Alberto Methol Ferré, el Tucho, como le llamábamos cariñosamente sus amigos, uno de los ilustres representantes de aquellos “pensadores” de un Uruguay universalista y multiculturalista que han sido asfixiados por la posmodernidad.
Su mirada iba más allá de los límites de la tierra uruguaya. Soñaba con una patria rioplatense, con una Patria Grande que dilataba las fronteras de la Liga Federal Artiguista y vinculaba, desde las raíces culturales y los proyectos históricos de olvidados o postergados próceres, la libertad política con la económica, el aliento terruñero de cada país con la unidad supranacional de una región donde la conciencia y el ejercicio del “nosotros” hermanaba a los pueblos nacidos de una misma matriz euroamericana.
Era un estudioso apasionado de la historia, la filosofía, la ciencia política y otras disciplinas colindantes, pero con decir esto no basta.
Poseía un extraordinario talento, un discurso coherente, un mágico poder de persuasión, y esto a pesar de una tartamudez que fue venciendo a fuerza de coraje y voluntad.
Fuimos grandes amigos, si bien no coincidíamos en materia confesional. Yo soy un racionalista agnóstico cul a terré y él era un cristiano que trataba de conciliar la fe en un alma inmortal con la razón, instrumental o no, que en este mundo debe conciliar la teoría con la práctica de las relaciones sociales.
Vivimos a partir del año 1953 una amistad bella, rica, que estimuló un mutuo crecimiento intelectual y moral, y que, en todo momento, veló por el respeto que dispensamos a nuestras distintas cosmovisiones acerca del más acá y del más allá.
Fue un hombre gentil, honesto hasta las más altas expresiones de esta rara virtud, rígido para consigo mismo, y, sin quitarle afabilidad a sus modales, supo defender con ardor sus convicciones, sus dogmas y sus puntos de vista políticos y religiosos.
Perdimos con él a un humanista cristiano, a un teórico social inteligente, a un amigo leal, a un interlocutor imprescindible. Fue unos de esos espíritus que nos reconcilian con el género humano, uno de esos infrecuentes regalos de la vida.