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Testimonios

RESEÑA DE H. GHIRETTI SOBRE “LA AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XXI”

En el escenario intelectual del continente, Alberto Methol Ferré se sitúa en una posición única, no asimilable a ningún otro pensador o estudioso latinoamericano. Se trata de una persona de una larga trayectoria intelectual, no siempre reconocida por la academia. Tiene una extensa militancia política y social en su país, Uruguay, que le ha valido discriminaciones y persecuciones.
Sus vinculaciones tanto al pensamiento de izquierda (puede decirse que fue parte en su momento de aquel interesante movimiento político e intelectual argentino conocido como la Izquierda Nacional) como a la ortodoxia católica lo sitúan en un lugar inclasificable e irreductible, y le otorgan una perspectiva excepcionalmente lúcida y enriquecida de la realidad americana.

Este libro -que es una larga entrevista realizada por el periodista Alver Metalli- es prueba de este punto de vista privilegiado y revelador. Se trata de una extensa reflexión dialogada sobre la actualidad de América Latina -actualidad que no se comprende sino proyectándola hacia el futuro e interpretándola desde el pasado- desde la perspectiva de la Iglesia.

Hay una cuestión fundamental que enhebra las preguntas y las respuestas: ¿en qué medida la misión universal de la Iglesia, los procesos de integración regional latinoamericana y el fenómeno actual de la globalización son elementos relacionados, compatibles, sinérgicos o contrapuestos?

El elenco de temas por los que transcurre la conversación lo acerca a una condición de inventario, por su variedad, detalle, importancia y orden. Este es un indudable acierto del libro. Methol Ferré sitúa la discusión en el marco de la situación mundial y específicamente de la crisis cultural de Occidente. Confronta las visiones de Fukuyama, Huntington y Brzezinski, rescatando de éste último la noción de cornucopia permisiva o consumo de los deseos infinitos: una sociedad de alta tecnificación y consumismo creciente que desarrolla hábitos que aceleran la decadencia cultural.
Uno de los puntos de referencia de la reflexión es el colapso del comunismo, al cual Methol Ferré llama el “ateísmo mesiánico”. En ese aspecto se puntualiza sobre los efectos que tal acontecimiento histórico ha provocado sobre la izquierda latinoamericana. Según el autor, de sus dos líneas fundamentales, habría entrado en crisis la variante marxista y se sostendría aquélla que denomina “nacional popular”.

El autor se detiene en la modalidad que adopta el marxismo latinoamericano, condicionado sustancialmente por la Revolución Cubana, señalando sus notorias contradicciones. También advierte el fracaso del proyecto de la sociología continental como estructura y motor del cambio social. Es en los movimientos de este signo, donde se ocupa de distinguirlos de la noción más difundida de populismo, en los que el autor ve un futuro posible y promisorio para la izquierda en el continente.

Si se adopta la perspectiva de la Iglesia, la crisis definitiva del “ateísmo mesiánico” significó un triunfo claro y contundente. Sin embargo la ha enfrentado a un enemigo mucho más sutil, omnipresente y peligroso, que enerva las capacidades de superación de las sociedades: es el “ateísmo libertino», que Methol Ferré relaciona directamente con las tesis culturales de Brzezinski.
El ateísmo libertino, de origen aristocrático, va penetrando con los medios de comunicación y la sociedad de consumo las capas sociales más bajas, transformándose en un fenómeno de masas. Un fenómeno dependiente y relacionado es el avance de las sectas y del protestantismo, derivado de la amenaza de las drogas y la pornografía. El autor se apoya en las tesis de Augusto del Noce sobre este aspecto, el cual ve la expresión final de la modernidad. Methol Ferré reivindica, de todos modos, la presencia de la Iglesia en el génesis del pensamiento moderno.

En la evolución del ateísmo mesiánico a libertino, el autor realiza una profunda consideración sobre la “necesidad de un enemigo”, incluso para una institución de naturaleza inclusiva como la Iglesia: esta es probablemente una de las ideas más originales y luminosas del libro. Identificar al enemigo como fuerza secular, comprenderlo y trazar una estrategia para enfrentarlo, finalmente vencerlo y hacerlo amigo, es una necesidad esencial para la vida de la Iglesia, algo que requiere para definir su misión.

El autor repasa históricamente la evolución de los procesos de globalización, y encuentra así a uno de sus grandes agentes responsables: la Iglesia católica, que junto con Portugal y Castilla, hizo del continente americano su primera área indiscutida de expansión fuera de Europa. Esta fase de la globalización se hace con la idea de una misión universal y otorga por primera vez al mundo una conciencia histórica planetaria.

Desde esta perspectiva, la fragmentación política que produjo la independencia de América supuso un retroceso en los procesos de integración, cuya necesidad empezó a verse claramente casi un siglo después, con lo que el autor denomina la generación del 900: Vasconcelos, Rodó, Ugarte, Blanco Fombona, García Calderón, Pereira, son intelectuales que desde cada uno de sus países advierten de modo contemporáneo las debilidades actuales y la potencial fortaleza del continente.

Una consecuencia directa de este despertar de la conciencia del continente, en buena parte animada por pensadores católicos, fue el surgimiento de diversos movimientos nacional-populares, en varios puntos de América: el aprismo, el varguismo, el peronismo. En un primer momento, este proceso es seguido por la Iglesia, originaria agente de globalización e integración, a cierta distancia y con recelo, en parte por ciertas tendencias ideológicas que se verifican en él: es el caso del marxismo. Además es consciente de los efectos negativos de la globalización.

Sin embargo, señala al Concilio Vaticano ll y el gran esplendor teológico que le siguió como disparadores de un nuevo impulso ecuménico de la Iglesia, en la que su rama latinoamericana empieza a adquirir conciencia propia y a desplegar una actividad determinada por sus deberes y responsabilidades regionales. Las iglesias, por así decirlo, se “nacionalizan”. Es el embrión de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), que nace en tiempos del pontificado de Pío XII.

Para Methol Ferré, el Concilio Vaticano ll supone la asimilación y superación de la Reforma protestante y de la Ilustración, por parte de la Iglesia. Ésta asimila todo lo bueno de estos fenómenos: la afirmación del Pueblo de Dios y su carácter sacerdotal, de la primera, y la autonomía del conocimiento científico, la aspiración universalista y los derechos humanos de la segunda.
La evolución de la izquierda latinoamericana y su confluencia con los movimientos postconciliares llevan inevitablemente a la cuestión de la Teología de la Liberación, la cual constituye para Methol Ferré un gran momento de discusión teológico-política en el continente y un intento por desarrollar una teología de concepción latinoamericana.

El autor distingue dos corrientes de la Teología de la Liberación: una de fuerte influencia marxista y otra que se apoya en la religiosidad popular, en la historia. Sin embargo, estima como una pérdida la crisis general de esta línea de reflexión teológico-política, que ha extraviado la oportunidad de evolucionar liberada ya del marxismo después de la pérdida de vigencia de éste último. La pregunta que cabe hacerse, contra el análisis de Methol, es si efectivamente existió una teología de la liberación no marxista, y si esa posible vía de reflexión tiene o tuvo una verdadera entidad teológica.

Methol Ferré aborda a continuación los procesos actuales de integración sudamericana, que obedecen a un imperativo de la realidad de todos los países de la región. Define tres modelos posibles: dos hegemónicos, estructurados en tomo a Brasil y los EE.UU., y otro de integración equilibrada entre la América hispana y portuguesa, que le parece la más conveniente y exitosa. Esta integración debe tener dos centros dominantes: Brasil y la Argentina, que debe liderar la parte hispana.

El autor destaca la naturaleza económica y progresiva de la integración en curso y señala la necesidad de aumentar sustancialmente las vías de intercomunicación. Sorprende un poco comprobar que el horizonte de integración supranacional al que hace referencia el autor sea geográfico-económico y no cultural: en su esquema agregativo se percibe un área de integración sudamericana. México y Centroamérica prácticamente no aparecen, como si el enlace con estas importantísimas regiones del continente hispanoamericano fuese un proyecto imposible o poco probable.
Methol Ferré sitúa a la Iglesia contemporánea en una etapa postcristiana, en la que la secularización ha operado el fin de la cristiandad, a principios del siglo XX. Este proceso potencia, a su parecer, una espiritualización de la Iglesia, despojándola de problemas superfluos, pero también la anula como cuerpo histórico.

Este estado de cosas coincide con el florecimiento de nuevos movimientos eclesiales, muchos de ellos de origen o espíritu laical. Es una de las características de estos movimientos el que a Methol Ferré le parece clave, puesto que es la recuperación de una tradición originaria católica: la atención en la educación y específicamente, en la universitaria.
Methol Ferré advierte en el perfil teológico de Benedicto XVI una posibilidad de recuperar la tradición de reflexión centrada en la liberación, como principal preocupación de la Iglesia latinoamericana, vinculada a los ejes cultura-universidad y opción preferencial por los pobres.

El libro concluye con un breve perfil biográfico y la bibliografía de Alberto Methol Ferré, a cargo de Alver Metalli. Se trata de una obra que repasa las grandes cuestiones de la Iglesia regional y de Latinoamérica con agilidad del diálogo y la profundidad propia de un interlocutor que posee una valiosa capacidad de análisis, combinada con la habilidad para restablecer la síntesis: algo definitivamente poco común en los tiempos que corren.