Versión taquigráfica de las intervenciones durante el homenaje a Alberto Methol Ferré en el Senado uruguayo. Miércoles 5 de diciembre de 2012.
SEÑOR PRESIDENTE.- El Senado ingresa al Orden del Día, con la consideración del único asunto que figura en él: “Homenaje a la memoria del profesor Alberto Methol Ferré. (Carpeta Nº 1089/2012)”.
Tiene la palabra el señor Senador Couriel.
SEÑOR COURIEL.- Señor Presidente: a tres años de la muerte del querido amigo Alberto Methol Ferré, planteamos la realización de un homenaje a su memoria y, con el señor Senador Da Rosa, convinimos en hacerlo aquí en el Senado. Además, en lo personal sentía que tenía un compromiso con quienes han continuado trabajando sobre los temas que ocupaban a Methol y con quienes mantienen permanentemente su memoria, como su hijo Marcos y Luis Vignolo; desde ese punto de vista, pues, sentía que el Senado no le había tributado un homenaje -recordemos que Alberto Methol Ferré falleció en el período comprendido entre la primera y la segunda vuelta de las Elecciones del año 2009- y que correspondía, justificadamente, hacerlo.
Para los que tuvimos una vivencia cercana al “Tucho” Methol, él era una especie de sabio: poseía una gran cultura y enormes conocimientos; era un historiador, un filósofo, un teólogo. Pero además, y por sobre todas las cosas, era un político que desarrollaba ideas y quería influir en el sistema y en sus políticos más cercanos a través de su pensamiento, de sus ideas fundamentales y de la profundidad de sus conocimientos; por lo tanto, quería influir ideológicamente en el Uruguay, a la luz de su pensamiento.
Methol tuvo dos grandes pasiones: la Iglesia Católica -siempre se denominó “hombre de la Santa Madre Iglesia”- y la integración latinoamericana. Como es lógico, nos referiremos fundamentalmente a esta segunda pasión, a este amor que sentía por la integración latinoamericana, sobre todo porque para realizar esta presentación volvimos a leer su libro “El Uruguay como problema”, del año 1967. Esta obra surge -como el propio Methol lo dice en la introducción- a raíz de un seminario que organizaba el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas, entonces dirigido por el contador Enrique Iglesias. En aquel momento, el contador me solicitó que lo ayudara en la organización e implementación del evento, uno de cuyos invitados era Methol. Precisamente para ese seminario, que al final no se concretó, él escribió “El Uruguay como problema”.
Methol estudió Derecho en la Facultad de Derecho, aunque no se recibió; estudió Filosofía en la Facultad de Humanidades y fue docente. De las charlas de café, recuerdo que su tartamudez le impedía -realmente- dar clases, pero él decía que en los locales de la Santa Madre Iglesia sí podía -fuera, no- dar charlas sin problemas. Pero en los hechos, posteriormente el “Tucho” fue mejorando de su tartamudez y se desempeñó como docente en la Universidad Católica, en la Universidad de Montevideo, en el Claeh y en el Instituto Artigas del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En un trabajo que entiendo realizó Luis Vignolo aparecen más de 70 publicaciones de su autoría, entre libros y artículos de revistas como “Nexo”, “Víspera”, “Marcha”, “Cuadernos de Marcha”, además de muchas otras en periódicos y revistas argentinas. Como destaque de sus libros sobre la integración, mencionaría: “La Crisis del Uruguay y el Imperio Británico”, de 1959; “El Uruguay como problema”, de 1967, y “América Latina en la era de los Estados Continentales”, de 1999.
Methol -lógicamente- traspasó las fronteras partidarias. En ese entusiasmo que le despertaba la política, tenía la adoración hacia Herrera y la cercanía a Nardone, a Erro, a Batalla, y a Alberto Volonté. Trabajó en forma permanente y durante muchos años con Seregni, y culminó apoyando la candidatura de José Mujica.
Pero además de traspasar fronteras partidarias, Methol traspasó fronteras nacionales. Con su pensamiento tuvo gran influencia en Argentina; incluso podría decirse que en algunos momentos tuvo más influencia allí que en su propio país.
Diría que fue un hombre universal, porque pertenecía a la Santa Madre Iglesia.
Entre otras cosas, fue secretario del Secretario General del Celam. Realizó múltiples tareas, trabajos y publicaciones como laico trabajando para la Iglesia y, por otro lado, fue un latinoamericano auténtico.
Fue gran admirador de Luis Alberto de Herrera, como lo dice en sus libros; al respecto, no puedo olvidarme de las conversaciones en las que contaba relatos de sus diálogos con él. Era una maravilla escucharlo; uno se daba cuenta plenamente de lo que sentía por Herrera y de lo que él creía que este había contribuido. Esto lo expresa, sobre todo, en su obra “El Uruguay como problema”, a través del libro de Herrera “El Uruguay internacional”, que según creo data del año 1912.
También en “El Uruguay como problema” Methol de alguna manera se despide del pensamiento de Herrera, y así lo expresa nítidamente. Porque él creía en la necesidad de concretar una unidad política más amplia que el Uruguay. En aquel momento hablaba de la Cuenca del Plata como una unidad política y económica; a su entender, el gran tema por el que se requería este proceso de integración era, ni más ni menos, el proceso de industrialización. Notaba que en un país tan pequeño como el nuestro había dificultades para el desarrollo de ese proceso; solo una patria más grande, una unidad latinoamericana, una forma de unidad económica y política podían permitir que el Uruguay tuviese esa industrialización que se acostumbraba ver en el mundo desarrollado.
A continuación voy a contar una anécdota que muestra la naturaleza de su admiración por Herrera.
El 1º de mayo de 2008, en el “quincho de Varela” hicimos una cena a pedido de José Mujica. Entre otros, en esa cena estaban Constanza Moreira y el “Tucho” Methol, quien en ese momento aprovechaba la oportunidad para hablar, fundamentalmente, del proceso de integración. Pero era tan importante Herrera para él que, cuando decía que estaba apoyando a Mujica, usaba esta frase, en esa tartamudez sonriente que tenía: “Herrera era el Mujica del patriciado y Mujica era el Herrera de los pobres”. Entonces, justificaba permanentemente su apoyo a Mujica sobre la base de cómo él lo vinculaba al pensamiento, a la acción y a la actitud de Luis Alberto de Herrera.
Methol estuvo en el ruralismo con compañeros muy cercanos a él, como Washington Reyes Abadie, José Claudio Williman y Roberto Ares Pons. Fue secretario de Pedro Zabalza cuando fue Consejero de Gobierno y al renunciar redacta una memorable carta, publicada en Marcha, donde denuncia el accionar y la forma de actuación de Benito Nardone.
A partir de ese momento, Methol se integra al Movimiento Nuevas Bases, donde entre otros estaban Helios Sarthou, Lizarraga, De Mattos y Arana, y participa junto a la Unión Popular en las elecciones de 1962, también con cierto grado de cercanía a Enrique Erro. En enero de 1971 se arma el equipo asesor del General Líber Seregni. Recordemos que el Frente Amplio se crea en febrero de ese año y en enero se forma este grupo integrado por Alberto Methol, Pedro Seré, Germán Wettstein, Samuel Lichtensztejn, el coronel Zufriategui, Julio Rossiello, don Esteban Campal y quien habla.
La verdad es que conocí a Methol a fines de los años cincuenta en el Café Sorocabana. En esa ocasión, él habló, habló y habló, como hasta la una de la madrugada, cuando el Café ya estaba cerrando. Entonces, tartamudeando, me dijo “Vamos al Café Libertad”, que quedaba en la rinconera al lado de la ONDA, en la Plaza Cagancha, también conocida como Plaza Libertad. Me largó como a las cuatro de la mañana y la verdad es que yo quedé tartamudo durante dos días después de haberlo conocido. Fue un amigo entrañable y, sin dudas, mi maestro sobre temas del Mercosur y de la integración de América Latina. Compartíamos una mesa todas las noches en el Bar Palace, en la rinconera de la Plaza Independencia; allí nos reuníamos con Methol, con Real de Azúa, con el flaco Añón y a veces también llegaba Vivian Trías. Recuerdo que Real de Azúa se preguntaba quiénes habían participado en el discurso del 26 de marzo de 1971, el primer gran discurso del General Líber Seregni, y mencionaba muchos nombres. Methol y yo, que habíamos participado, estábamos allí, pero el grupo era secreto, clandestino, y por eso no le podíamos decir quiénes habíamos formado parte; cuando lo supo nos quería matar.
Hoy, que vivimos en el mundo del conocimiento, podemos decir que el “Tucho” fue un hombre con elevados conocimientos, extremadamente creativo, innovador y culto. Recuerdo que todos los lunes de noche nos reuníamos quienes formábamos parte del grupo asesor en la casa de Seregni, en Bulevar Artigas y Bulevar España. Diría que esos lunes de noche eran como una fiesta pues teníamos la oportunidad de escuchar a cada una de esas personas que formaban un grupo multidisciplinario, ya que había un abogado, un politólogo, un historiador, dos economistas, un geógrafo y un agrónomo. Methol tenía la capacidad creativa de generar ideas nuevas y en una noche podía aportar seis, más allá de que cinco no fueran adecuadas a las circunstancias. Y ahí estábamos todos para censurarlo, pero siempre había una que servía, que resultaba novedosa, que valía la pena seguir. Desde ese punto de vista -de alguna manera vinculo ese hecho con esto- en una de esas noches del Café Palace llegó Real de Azúa -que también era tartamudo- y le dijo: “Tú, ‘Tucho’: leí el prólogo que le hiciste al libro de Quagliotti sobre Geopolítica. La primera página es lo mejor que has escrito en tu vida, y todo lo demás una reverenda porquería”. Realmente era un placer estar en esas reuniones en el Café Palace escuchando a Real de Azúa, al “Tucho” y a veces también al gordo Trías; y en ellas yo aprendía una barbaridad.
A él le gustaba hablar mucho y al pensar en eso me acuerdo de su primer viaje a Europa, cuando estuvo en el Vaticano. Al regreso, Real de Azúa le preguntó si había visto tal o cual cosa, y él le respondió que no porque había tenido varias reuniones. Ante eso, Real de Azúa le dijo: “Lo que pasa es que a vos sólo te gusta hablar y no mirás la naturaleza”. Realmente, no me olvido de esas frases de aquella época.
Luego de ese trabajo con Seregni y con el Frente Amplio, en 1989 acompaña la candidatura de Hugo Batalla; en la década del noventa vuelve al Partido Nacional, junto a Alberto Volonté con “Manos a la Obra” y culmina lo que podríamos llamar su tarea política apoyando a José Mujica en las elecciones de 2009. Lo votó en la primera vuelta pero no pudo hacerlo en la segunda.
Su pasión por la integración sudamericana era casi obsesiva. El tema aparecía permanentemente. Recuerdo que una vez nos visitó un conocido politólogo peruano, Julio Cotler, que estaba buscando antecedentes del Uruguay para compararlo con Costa Rica. Cotler había quedado impresionado por las sucesiones familiares que se daban en la política uruguaya, y en ese sentido supe que había estado con el Senador Lacalle Herrera, con el doctor Sanguinetti y con el doctor Batlle. Al explicarme lo que quería hacer, le dije: “Tenemos que ir a ver al ‘Tucho’”. Cuando llegamos a su casa, el “Tucho” estaba estudiando a José Enrique Rodó y, realmente, sólo siendo brujo se lo podía sacar de ese tema. Habló de José Enrique Rodó y de su influencia en el proceso de integración todo el tiempo que estuvimos allí. Methol era un apasionado de la integración sudamericana porque él creía que México se había salido del proceso latinoamericano al firmar el Acuerdo del Nafta con los Estados Unidos. Asimismo, reconocía la influencia del pensamiento de Juan Domingo Perón, quien en 1971 había planteado el tema de las confederaciones continentales con un núcleo básico de aglutinación centrado en Argentina, Brasil y Chile. En aquel momento, en el plano internacional, en plena guerra fría, apoyó la tercera posición, que la aprendí, fundamentalmente, a través de las editoriales de don Carlos Quijano en “Marcha”. Methol reconocía permanentemente esa influencia de Perón en el pensamiento de la integración latinoamericana. En el libro “El Uruguay como problema”, en realidad, lo que está planteando es la propia viabilidad del Uruguay. Fue escrito en 1966 y publicado en 1967, en un momento de crisis muy profunda, de estancamiento económico, de enfrentamientos entre distintos sectores sociales y de tensiones políticas en nuestro país. Creía que el Estado tapón tenía que servir de nexo hacia una nueva formación, en aquel momento basada en la Cuenca del Plata integrada por Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y se trataba de acercar a Chile en aquella concepción. Para él existían tres dimensiones fundamentales en este proceso de integración: la democracia, la industrialización y la integración.
En “El Uruguay como problema” decía: “Los pequeños Estados dependientes carecen de conciencia geopolítica”. Methol hablaba de la balcanización que se había generado en las naciones y, a veces, ponía naciones entre comillas. Concretamente decía: “Todos son vecinos de espaldas, hermanos extraños, que se ‘desarrollan’ hacia fuera”. Más adelante, señala: “el Uruguay solo no puede seguir, retirado el inglés,” -por el comercio que Uruguay tenía con el Reino Unido- “agotada la regla diferencial” -que era sobre la cual él creía que había vivido nuestro país, proveniente del sector agropecuario- “y debiendo ingresar a las dimensiones adecuadas de la técnica e industria modernas. Quien diga hoy que quiere industrializar al país sin integrarlo, o miente o es un tonto, pues propone la cuadratura del círculo.” A veces era -como sucede en este caso- muy duro en su lenguaje. Luego señala: “No hay independencia ni desarrollo sin industrialización, a la altura de la técnica de nuestro tiempo. Nuestra industrialización está esencialmente ligada a la de la Cuenca, a la argentina y a la brasileña. Todo otro planteo es ilusión y mistificación”. También sostuvo que los vecinos fortalecen a Brasil y éste los tiene que fortalecer, que debe tener una política de fraternidad y no de hegemonía pues la alianza entre iguales termina en igualdad y no en hegemonía. A su juicio, la entrada al Mercosur ayudaba al equilibrio, a la alianza inicial de Argentina y Brasil. En otra parte de su libro, expresa: “Si el destino uruguayo se nos aparece como el asumir simultáneo de la Banda Oriental y la Provincia Cisplatina, ello nos exige en todos los planos, económico, universitario, etc., un firme entendimiento con Paraguay, Bolivia, Chile, como contrapeso para aumentar las posibilidades de negociación en beneficio del país”. Para Methol, la alianza argentino-brasileña era la clave del futuro y de alguna manera entiendo que cuando Argentina y Brasil se pusieron de acuerdo sobre las diferencias que tenían sus respectivas Fuerzas Armadas, fue que Alfonsín y Sarney pudieron avanzar en el primer Tratado de fines de 1980. Consideraba que el Mercosur era la base del Estado continente, sobre lo que trabajaba permanentemente. A su juicio, en el siglo XXI los Estados continentes son Estados Unidos, Rusia, China, India, la Unión Europea -si se consolida- y aquí es donde él quería ubicar a América del Sur. Decía Methol que el Mercosur es el gran desencadenante de la nueva integración que inaugura una nueva historia latinoamericana.
Voy a ir finalizando, señor Presidente, con una especie de puesta al día, porque la mejor forma de reconocer, interpretar y homenajear a Alberto Methol es defender los actuales procesos de integración en un marco internacional en el que Estados Unidos sigue siendo la primera potencia mundial con hegemonía militar, comunicacional y, diría, también ideológica -porque todos quieren ir a estudiar a las universidades norteamericanas- y con mucha fuerza financiera porque, pese a la crisis, el dólar sigue siendo la moneda de reserva. En la actualidad, la Unión Europea aparece sin fuerza militar, económica, comunicacional y política. Allí surge China como segunda potencia económica mundial, como primer comprador de Brasil, Chile y Paraguay, y segundo de Perú, Argentina y Uruguay, cuyo crecimiento permite, en estos momentos, la existencia de precios internacionales que nos ayudan enormemente. A propósito de lo que decía Methol, por fin estamos generando una nueva relación centro-periferia; le vendemos commodities, recursos naturales, sin valor agregado, y China nos vende productos manufacturados con alta y media tecnología. Allí, la unidad latinoamericana tendrá que encontrar la mejor negociación posible para poder modificar esa nueva relación centro-periferia que tenemos con China. En el libro “El Uruguay como problema” se señala que las crisis metropolitanas son oportunidad e impulso a la periferia. Por eso hoy, que la Unión Europea está en una profunda crisis de la que nadie sabe cuándo va a poder salir y en momentos en que se desacelera el crecimiento de Estados Unidos -porque depende mucho de la negociación que puedan hacer demócratas y republicanos a propósito de los impuestos y del gasto público- es la oportunidad que tiene América Latina -para el futuro- de integrarse. Desde ese punto de vista y partiendo de la base de que para Methol el tema de la industrialización era central, hoy tratamos de resolver las asimetrías en el Mercosur a través del FOCEM, que por supuesto es insuficiente¬; sí es muy importante la complementariedad productiva, porque eso es lo que va a permitir que los países más pequeños puedan industrializarse, participando en las cadenas de valor que es lo que va a resolver definitivamente las asimetrías actuales que existen en la región. No nos olvidemos que hoy, en el Uruguay, el 61% de las exportaciones son manufactureras, con valor agregado al Mercosur, y que el 27% son con alta y media tecnología. Aquí hay un rumbo, pero la complementariedad productiva es extraordinariamente importante y depende de los empresarios y de los Estados nacionales que puedan acordar elementos de esta naturaleza, aunque siempre seguimos sintiendo que no hay pensamiento estratégico y que Uruguay sin integración no puede avanzar en su proceso de industrialización y, por lo tanto, en su propio desarrollo.
El mejor homenaje a Alberto Methol es seguir defendiendo a la integración que requiere conciencia regional, valores mercosurianos y elementos de emotividad que hoy no existen y que deberán surgir de la política, de la educación, de los medios de comunicación y de las organizaciones sociales.
Esto es todo lo que quería expresar en el día de hoy para rendir homenaje a mi querido amigo el “Tucho” Methol.
Muchas gracias.
SEÑOR ABREU.- Pido la palabra.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR ABREU.- Señor Presidente: creo que esta es una buena oportunidad no solo para realizar un homenaje a Alberto “Tucho” Methol, sino también para reflexionar sobre muchos de los aspectos que caracterizaron su aporte intelectual, su capacidad de razonar, de pensar, sobre todo porque era un pensador universalista, multicolorista, que incluso en algunos momentos se veía asfixiado por la modernidad, como decía Vidart. Pero nunca tuvo el rasgo -a veces común y cómodo- de ejercer una mediocridad confortante.
“Tucho” Methol fue un pensador con todo lo que significan los aspectos de la pluralidad que puede integrar una personalidad, porque su concepción y su visión humanista nunca le permitieron tener una expresión de intolerancia. No era un dogmático; lo conocimos ya muy avanzados en nuestro tiempo, pero lo vimos discutir, plantear sus ideas, ser muy respetuoso y profundo en los temas. Además, tenía la capacidad de ir ajustando muchas de sus posiciones sin dejar de ser él mismo ni de pensar desde el centro de sus valores esenciales, que eran la tolerancia, el diálogo, la visión discrepante, sobre todo con un académico para el que la sublimación de la Academia es precisamente ir más allá del entrecruce natural de las ideas o polémicas comunes.
Fue un hombre no violento; nunca aportó el concepto de la violencia. Además, supo interpretar de la mejor manera un pensamiento político de carácter general con un pensamiento en la definición religiosa que nunca lo transformó en un dogmático intolerante que planteara la exclusión como el principio de las ideas. Ese ya es un gran aporte. Raymond Aron decía: “Nosotros podemos perder el gusto por las profecías pero no olvidemos el deber de la esperanza”. “Tucho” gustaba de las profecías -que, al fin y al cabo, también forman parte de la proyección intelectual de los que viven profundizando más que el resto, por su inclinación académica- no solo porque veía más que los demás sino porque quería ver antes que los demás.
Su pensamiento imaginaba escenarios, vinculaba hechos históricos a su soñada unidad latinoamericana y continental. Siempre unía el pasado con el futuro, pero no era un determinista histórico ni creía en el materialismo dialéctico. Sus ideas siempre fueron producto de su inteligencia, de su inquietud; sus proyectos eran como un rayo de luz para las futuras generaciones, un mensaje espiritualista que provenía, entre otras cosas, de su profunda fe cristiana. Tenía el perfil, el método y la disciplina del investigador, del académico; fue un intérprete de realidades regido por la obsesión -que siempre mantuvo- de la unidad latinoamericana o la visión continental.
El pensamiento filosófico de Methol fue, de alguna manera, una excepción clara en el escenario político nacional. Constituyó un punto de referencia continuado en su visión rodoniana porque, desde el punto de vista continental, fue uno de los continuadores del pensamiento de Rodó. Era un arielista confeso y, como decía el señor Senador Couriel, un apasionado de interpretar en profundidad su pensamiento. Su tartamudez nunca fue un obstáculo para elaborar sus planteos o quitar énfasis a sus ideas centrales.
Nosotros compartimos su pensamiento desde la fundación de la Asociación Patriada por la Historia. A veces es en las organizaciones más ignotas o desconocidas donde los intelectuales más contribuyen con su esfuerzo y hasta con la libertad y la comodidad de no verse expuestos a polémicas excesivamente académicas. Fue miembro fundador del Consejo Uruguayo para las Relaciones Internacionales -CURI- en el que participó y discrepó en muchos aspectos, pero siempre con respeto y con esa visión producto de estar siempre reñido con el dogmatismo por su profunda vocación humanista. Tuvo una visión solidaria, pero no desde una ideología rígida, sino precisamente como producto de un proceso de conversión hasta religiosa. De esa manera participó en todos los aspectos de su pensamiento filosófico y religioso. Estuvo en la Conferencia del Episcopado Latinoamericano -Celam- celebrada en Puebla; fue asesor de la Iglesia Católica y partícipe de la historia religiosa de una América Latina dividida, pero no con un sentido de exclusión, sino con un compromiso en el que él creía que su fe y sus convicciones tenían que ir al encuentro de la unificación o la ruptura de una brecha social que laceraba la dignidad humana. Eso era lo que él sentía desde su profunda convicción humanista; se definía a sí mismo como un “tomista silvestre”.
Fue seguidor de Chesterton y durante mucho tiempo lo acompañó en la teoría distributiva, que es un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. En su libro sobre la geopolítica y las religiones, logró una forma de interpretar la nueva visión que Samuel Huntington establece en la distribución del mundo en función de la desaparición del Muro de Berlín. El libro “Las religiones y la geopolítica mundial” -uno de sus últimos- es una expresión de la madurez de su pensamiento. Quizás ese haya sido uno de los elementos que más lo caracterizaron porque no era un evangelizador de esos que agreden con sus convicciones, de los que están todo el día poniendo su fe antes que sus ideas. Simplemente fue un portador de convicciones religiosas, pero también de un humanismo que nunca le permitió compartir y aceptar la expresión de la violencia; incluso en la misma discusión de la Teoría de la Liberación, desde México expresaba una visión mucho menos radical y justificativa de todo lo que fuera un enfrentamiento armado entre los pueblos.
“Tucho” siempre mantuvo esa visión que nunca dejó de ser el hilo conductor del pensamiento humanista que también aplicó en los otros aspectos de su vida. Sentía pasión por la unidad latinoamericana, por la integración; mantenía una discusión permanente con Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos y José María Rosa, y en revistas como “Víspera”, planteaba una visión de carácter religioso, pero simplemente resumía un pensamiento.
Fue uno de los primeros que analizó el pensamiento del Presidente Perón; uno de los primeros que impulsó el Pacto ABC entre Argentina, Brasil y Chile, y el que entendía que era necesario un relacionamiento muy claro entre Brasil y Argentina, que hasta sus últimos tiempos planteó con una visión casi angustiosa. Obviamente, el Mercosur no dio satisfacciones a todos y seguramente tampoco se las dio a él, en la medida en que muchos de sus aspectos eran una desnaturalización de los sueños que compartimos en el ámbito de la integración.
En el libro “El Uruguay como Problema”, que data de 1967, plantea la existencia de un Uruguay bisagra, que tiene que elegir ser una expresión territorial de conectividad y no un nuevo Peñón de Gibraltar. Él lo miraba desde esa óptica y también con la proyección de lo que eran Paraguay y Bolivia y no solo la bilateralidad argentino-brasileña. Además, tenía la profunda convicción -y en ese punto se identificaba con Luis Alberto de Herrera- de que la Guerra de la Triple Alianza había sido uno de los genocidios más importantes que se habían producido en América. Consideraba que había sido un error histórico y no simplemente una expresión partidaria o sectorial. Cuando aludía a estos temas lo hacía desde la profundidad de su pensamiento, pero con una proyección moderna. En aquel tiempo, donde las realidades eran otras y el pensamiento de Prebisch -o su visión sobre “la sustitución de importaciones”, que apareció en la revista de la Cepal- era quizás un faro iluminador que la propia tecnología o la globalización trataron luego de desmitificar, o por lo menos mitigar, él decía: “Tanto para ellos como para nosotros” -se refería a los vecinos Brasil y Argentina- “una distracción acerca del otro equivale a un olvido de sí mismos. El Uruguay separado de su contexto renunciaría a comprenderse y caería en la irrealidad tentadora del solipsismo político”. Methol Ferré era un permanente combatiente del simplismo político, por lo que, además de expresar su pensamiento de la unidad, planteaba esperanzas que iban más allá de la interpretación de la realidad. Por ejemplo, uno de sus desvelos era el concepto de la asimetría -que hoy miramos como una expresión moderna- porque sabía que la unidad no se daba entre iguales. La unidad y el pensamiento político de la integración se dan en las concesiones que se hacen entre economías más grandes y más pequeñas. La búsqueda de la unidad está en la diversidad, pero también en la capacidad de trabajar en conjunto y no simplemente repitiendo un eslogan político, ideológico o simplista. Se debe dar profundidad al concepto de desarrollo, donde son tan responsables los que conducen un país pequeño como los que conducen un país grande. Personalmente, diría que son más responsables los que conducen un país grande porque son los que condicionan -él lo sabía muy bien- el destino de las economías más pequeñas. Cuando una economía pequeña se equivoca, se pone al borde de su crisis existencial, pero cuando la que se equivoca es una economía grande siempre tiene el recurso del incumplimiento o de la fuerza.
Si hoy “Tucho” estuviera vivo estaría mirando en el espejo del Río de la Plata la realidad fuerte y desafiante de cuál es el concepto de solidaridad o de asimetría con que se deben manejar los proyectos de integración que interesan a los países o los que solamente son producto de una coyuntura o una situación política.
Este era “Tucho” en el ensayo “El Uruguay como Problema” y su visión sobre la teoría distributiva. Era un hombre tolerante, un buscador de la verdad y un analista del pensamiento moderno. Una de sus admiradoras expresó en un homenaje que Methol Ferré no planteaba su pensamiento “sobre la base de los socialismos gregarios ni de los populismos degradados. Aspiraba, siempre, al desarrollo de la persona y a la formación de una comunidad en libertad”. Para él la libertad era un tema fundamental, así como también su pensamiento, y cuando todo lo arrastraba en tiempos de intolerancia, violencia y verdades reveladas, se retrajo; lo hizo sin renunciar a sus ideas pero sin acompañar los errores históricos. El humanismo, la solidaridad y sus convicciones políticas y religiosas no le permitían ingresar en los ámbitos de la radicalidad o la intolerancia. Se pueden ver algunos videos y grabaciones donde explica su propia visión e, incluso, hizo un estudio público del pensamiento del “Che” Guevara y cuál era su límite en los métodos que se utilizaban para cambiar la realidad.
Era una de las personas que uno siempre tenía el placer de escuchar, aun en la discrepancia. Nunca descalificaba, pero era muy preciso en sus conclusiones y muy extenso en sus considerandos. Podrá haber tenido evoluciones políticas y haber seguido -como lo hizo- distintas expresiones que marcaban líneas de esperanza en el país, desde Nardone y aquella famosa frase del escrito “Adiós señor Nardone” hasta su acercamiento al General Seregni y a otros tantos, pero siempre mantuvo esa visión de país, tolerancia, convicción y modernidad.
Quizás en los últimos tiempos estuvo angustiado por alguna soledad, que es parte de quienes siguen pensando en profundidad, pero nadie puede negar a “Tucho” Methol el aporte de su honestidad intelectual, de su humanidad, de su simpatía y de su terquedad bien entendida. Toda la tartamudez con que salían sus palabras era inversamente proporcional a la clara y directa expresión del lenguaje de su alma.
Nosotros recogemos de “Tucho” Methol Ferré no solo el aspecto intelectual y su pensamiento político, sino también ese humanismo que nos reencuentra con los que piensan, elaboran, trabajan y respetan, sabiendo que al camino de la discrepancia y la sensibilidad del humanismo no se llega por el atajo de la violencia sino por el de la convicción, el trabajo y, sobre todo, la madurez del pensamiento y la resistencia a la mediocridad confortable que “Tucho” supo tener.
Este es el homenaje que hacemos a sus valores, a lo que representa para el país, a todas las expresiones de sus éxitos y fracasos -porque los sueños son una renovación permanente de la vida- pero, sobre todo, a su coherencia, con una visión que nunca dejó de lado al hombre, su sensibilidad, su libertad y su respeto, que fue el punto de referencia de sus más profundas convicciones. Sus diversos estados de ánimo nunca pudieron vencer al Hombre -con mayúscula- que había detrás de su alma y de su corazón generoso.
Muchas gracias.
SEÑOR AMORÍN.- Pido la palaba.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR AMORÍN.- Señor Presidente: adherimos a este merecido homenaje y felicitamos al señor Senador Couriel por haberlo planteado. Justamente hace un mes estuvimos hablando largo y tendido con el señor Senador Couriel sobre “Tucho” Methol y cada uno contó sus experiencias con él.
Personalmente, lo conocí entre los años 1986 y 1987, cuando ambos ejercíamos funciones públicas en el mismo lugar. Habíamos llegado de diferentes maneras. “Tucho” Methol era un funcionario de relevancia en la Administración Nacional de Puertos, que había sido echado u obligado a renunciar por su íntima vinculación con Seregni, y cuando volvió la democracia, en 1985, fue reincorporado a esa repartición del Estado. Por mi parte, era funcionario del Instituto Nacional de Colonización y el Directorio de la Administración Nacional de Puertos me invitó a ir allí en comisión para trabajar en algunas áreas. Allí coincidimos con “Tucho”, una de las primeras personas a las que conocí. Como tantos reincorporados, entró en un esquema que ya estaba organizado y no tenía una función específica. “Tucho” era algo así como un asesor especial de la Secretaría General de la Administración Nacional de Puertos, por lo cual, además de asesorar -obviamente- tenía tiempo para conversar. Entonces, después del mediodía venía a charlar -él tenía un despacho igual al mío, aunque el de él no tenía ventana- y me decía: “José, yo me voy a tu despacho, que tiene ventana”. Allí conversábamos mucho y para mí esas fueron experiencias enormemente enriquecedoras. En materia política pensábamos absolutamente distinto; lo primero que me dijo fue: “Yo soy herrerista y peronista”, y yo le contesté: “Yo soy batllista”. De modo que en esa área empezamos algo complicados. Entonces, enseguida me acotó: “Mirá que soy muy amigo de Jorge, porque estudié mucho tiempo con Jorge Batlle y soy muy amigo de la madre, quien me quería mucho; siempre me trataron con especial distinción a pesar de que sabían que yo nunca iba a votar al batllismo”. Y así fue. Charlando con doña Matilde, me decía: “Uy, el “Tucho” era un muchacho buenísimo, pero era herrerista, y peronista, aunque en casa todos lo queríamos mucho”.
En ese momento Methol tenía cincuenta largos años y yo tenía treinta o treinta y uno, pero charlábamos largo y tendido sobre muchísimos temas. Me llamaba la atención lo que mencionó el señor Senador Couriel hace un momento: cómo hablaba él de la Santa Madre Iglesia, posesionado del tema. En ese entonces, él tenía un asunto personal que, de alguna manera, lo hacía chocar con sus ideas; tenía un asunto familiar que lo complicaba mucho, del cual hablamos largo y tendido durante bastante tiempo. Él hablaba más largo que yo porque, como bien dijo el señor Senador Couriel, era muy tartamudo, de esos tartamudos a quienes uno, sin querer, los ayuda a decir la palabra porque nos ponen nerviosos. Una vez me invitó a asistir a una conferencia que iba a ofrecer en el Instituto Artigas del Ministerio de Relaciones Exteriores y le pregunté cómo hacía para dar una conferencia. Me dijo: “Vení y vas a ver que no tartamudeo”. No fui, pero dicen que en ocasiones como esas no tartamudeaba.
Era un hombre original; me gustaba conversar con él porque era un tipo original, uno de esos a quienes uno les hace una pregunta y seguramente no dan la respuesta que uno espera. Contestaba con profundidad pero con enorme originalidad. Él estaba formando su familia; en ese momento estaba por nacer su primer hijo. Reitero: tenía cincuenta largos años y su hijo era como el hijo de toda esa ala del segundo piso del edificio de la Administración Nacional de Puertos, porque el “Tucho” estaba eufórico, con muchísima alegría. Como yo ya tenía dos hijos, él me preguntaba: “¿Qué sentís? ¿Qué pasa? ¿Cómo es la cosa?”. Yo le decía: “Mirá, ‘Tucho’, vos lo sentís cien veces más que nadie, porque estás esperando este hijo como algo fenomenal”. Si la memoria no me falla -el señor Senador Couriel me podrá corregir- su primer hijo se llama Marcos, y era como el hijo de todo el Puerto, porque todo el mundo estaba pendiente de su nacimiento. Después me enteré de que tuvo dos más. Mi relación con él se dio, más que nada, durante esos dos años, en los que él me contó sus cosas, sus asuntos personales, lo que, de alguna manera, me halagaba porque me hacía sentir la confianza que me tenía. A su vez, yo le contaba mis cosas; por ejemplo, mi relación con algunos miembros del Directorio de la Administración Nacional de Puertos, que eran mis jefes. A veces estaba especialmente molesto y le decía: “Mirá lo que me pasa con este tipo” y le explicaba la situación. El “Tucho” me decía: “Mirá, José” -él no me decía Pepe, sino José- “hay cosas que aunque ahora te molesten, te van a hacer bien porque vos te vas a dedicar a la política”. Yo le decía que no y él insistía con que me iba a dedicar a la política. Me decía: “Vas derecho para ahí, vas a terminar dedicándote a la actividad política, y un día vas a tener que tomar decisiones sobre otras personas. Entonces, es bien importante que sepas lo que se siente cuando uno tiene un jefe que lo trata de distinta manera para que cuando a vos te toque tratar a la gente, sepas cómo se siente. Hay muchos líderes políticos que nunca han sentido que alguien los mandara y, aunque manden, no saben cómo se siente el que es mandado y a veces lo hacen sentir mal, porque en lugar de incentivarlo, lo castigan”.
“Tucho” Methol me enseñó muchísimas cosas. Lo vi en contadas ocasiones más, sobre todo en esas despedidas que se hacían en los empleos públicos cuando uno se retiraba, que no sé si se siguen haciendo. Un año y medio después de haber entrado allí, volví al Instituto Nacional de Colonización y tuve muchas despedidas de amigos del Puerto, y el “Tucho” estuvo en todas ellas. La última vez que me lo encontré fue en el salón de embarque de la empresa Buquebús, donde charlamos de política. En ese momento yo ya estaba dedicado a la actividad política y el “Tucho” me dijo: “¡¿Viste?!”, recordándome lo que me había anunciado tiempo atrás. También me hizo algunos comentarios y me dio unos consejos.
No lo vi más pero lo recuerdo con enorme cariño. Era un hombre entrañable, así que vaya mi más lindo recuerdo hacia una persona de bien, con quien, a pesar de tener diferencias políticas, tuvimos un respeto y un afecto permanente. Felicito a los compañeros que convocaron para rendir este homenaje.
Gracias, señor Presidente.
SEÑOR DA ROSA.- Pido la palabra.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR DA ROSA.- Señor Presidente: por razones generacionales, y por el hecho de ser un político proveniente del interior del país, no tuve mayores oportunidades de diálogo con Methol Ferré. Inclusive, no me siento autorizado a nombrarlo por su sobrenombre “Tucho” porque no tuve con él una relación demasiado profunda. Sin embargo, sí me influyeron algunos trabajos de Methol Ferré que leí hace muchos años, particularmente el ensayo titulado “El Uruguay como problema” -escrito allá por el año 1967- donde planteaba el famoso tema de la renta diferencial que había permitido, en gran medida, la prosperidad de ciertas épocas del Uruguay y lo que sucedió después. Él se refería, obviamente, al momento en que escribió ese ensayo.
Tuve oportunidad de tratarlo personalmente en ocasión del proceso fundacional de Alianza Nacional -en los años 2003 y 2004- cuando participé de algunas charlas organizadas por el sector, para las cuales él se prestó muy gustoso a ir a conversar. Recuerdo que una de esas charlas -realizada en la Casa del Partido Nacional- fue muy larga y, a pesar de eso, nos quedamos con el hoy señor Diputado Iturralde y algunos otros compañeros conversando largo y tendido sobre todos estos temas que han enfocado quienes me precedieron en el uso de la palabra: la historia del Uruguay, de Latinoamérica, las corrientes de pensamiento en el Uruguay y su visión de integración latinoamericana.
La otra experiencia personal que tuve con Methol fue cuando, sorpresivamente -ya después de haber ingresado al Senado de la República- fue a mi casa a charlar sobre estos temas. Recuerdo que estuvimos conversando hasta altas horas de la madrugada, y ese fue el último contacto personal que tuve con Methol Ferré.
Tengo la percepción de que fue un librepensador, y como tal tuvo sus discrepancias y sus coincidencias en los ámbitos en los que se movió. Fue un activo integrante del Celam -Consejo Episcopal Latinoamericano- fue autoridad dentro del organismo y tuvo vinculaciones muy fuertes con las jerarquías de la época. Sin embargo, como militante religioso tuvo profundas diferencias con la llamada Teología de la Liberación, que por aquellos años prosperaba fuertemente en algunas corrientes dentro de la Iglesia en América Latina.
Tuvo coincidencias y discrepancias con el Partido Nacional. Se formó en el Herrerismo; fue profundamente herrerista, aunque discrepó con Herrera. También militó en la izquierda donde también tuvo sus discrepancias; fue un duro crítico de la llamada teoría foquista que en aquella época prosperaba en algunos sectores de la izquierda en América Latina.
Como bien dijo el señor Senador Abreu, siempre tuvo una actitud de profundo respeto por el pensamiento de los demás, aun cuando era categórico en sus conclusiones. Recuerdo que la última vez que conversé con él -cuando me visitó en mi casa- estaba muy entusiasmado con el tema de la integración y, particularmente, con un programa de inversiones en América del Sur que se conoce como el Iirsa. Él decía que en América Latina la integración era posible, aunque existían factores culturales muy importantes. Hablaba mucho de la teoría de Huntington, que refiere a círculos histórico-culturales en los cuales se identificaba a América del Sur por su origen hispánico y portugués; y decía que ese era un factor muy importante en lo que podía pasar con el futuro de América Latina. Asimismo, decía que para que los años de separación interna entre los países en América del Sur pudieran ser atenuados en ese proceso de integración era muy importante el programa del Iirsa, porque financia especialmente inversiones en materia de estructuras logísticas, puentes, carreteras, vías férreas, puertos y obras de proyecto de energía. Él consideraba que estos eran factores muy importantes dentro del proceso de integración, de acercamiento entre los países, en virtud de las coincidencias en función de los intereses detrás de esas inversiones que se planteaban en el Iirsa.
Desde los años 50 fue un firme defensor de la integración latinoamericana. En 1951 defendió el Pacto del ABC que trataron de llevar adelante Perón, Getúlio Vargas y el General Ibáñez, es decir, Argentina, Brasil y Chile. En los años 60 participó y creyó fuertemente en la ilusión de la ALALC, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Defendió fuertemente el Mercosur cuando los Presidentes Sarney y Alfonsín acordaron un acercamiento entre Argentina y Brasil a partir de una nueva estrategia, diferente a la tradicional. Además, acuerda y defiende la decisión de Uruguay de integrarse, junto con Paraguay, en ese proceso integrador. Uno de los últimos mensajes que recuerdo haberle escuchado era que veía con simpatía la formación del proyecto de Unasur, Unión de Naciones Suramericanas.
Y fue en una de esas charlas que él evocó vivamente el pensamiento de Wilson Ferreira Aldunate, lo que me pareció muy importante. El decía algo sumamente interesante: “Después que las personas se mueren, lo físico queda en el plano meramente anecdótico o de los recuerdos; lo que hay que valorar y recordar, fundamentalmente, son sus ideas”. En ese sentido, él decía que Wilson había dejado, en la interna del Partido Nacional, una impronta de pensamiento. Recordaba especialmente un discurso que Wilson realizó en 1987 cuando ya estaba afectado por la enfermedad que después lo llevó a la muerte. En dicho discurso Wilson planteó que en América Latina se había dado, en la época de la colonización hispánica y portuguesa, un proceso de integración; luego vino uno de balcanización, de enfrentamientos y de tensiones entre los países; y ahora venía un tiempo en que necesariamente los países tenían que buscar la integración dentro de ese nuevo esquema en el que el mundo empezaba a moverse y, particularmente, desde que se empezó a hablar de la llamada “globalización”.
Methol era particularmente incisivo en ese tema; le preocupaba mucho lo que podía pasar con Uruguay, cuál era el camino que iba a seguir dentro de esta nueva realidad que el mundo planteaba y que caía sobre América Latina: la globalización. Se preguntaba cómo iba a hacer un país chico como Uruguay para enfrentar y defenderse de ese nuevo desafío.
Esa admiración que él sentía en muchos aspectos por el pensamiento de Wilson Ferreira Aldunate lo traducía muy fuertemente en esas charlas de las que participé durante el proceso fundacional de Alianza Nacional por los años 2003 y 2004. Confieso que en muchos aspectos me impactó su visión universalista y de librepensador que, por esencia, como todo librepensador, respetaba las ideas de los demás. Esto me parece muy importante en el mundo de la intelectualidad y de la política, porque todos podemos tener coincidencias y discrepancias que, además, varían con el tiempo, ya que lo que se piensa y se define como válido en un determinado momento puede no serlo quince, veinte o treinta años después, y así lo muestra la historia.
No era un dogmático y, como yo tampoco creo en los dogmatismos, siempre me capturó ese espíritu de hombre libre, pensador y tolerante, sobre todo, porque tenía la autoridad intelectual para serlo. Era un profundo analista de los temas de la historia, de la geopolítica, de la teología, de la filosofía, de la economía. Además, fue un destacado docente en varios centros de estudio de nuestro país en los que quedaron muchos de los testimonios de su pensamiento.
Por eso, cuando hace un tiempo el señor Senador Couriel me planteó el interés de promover este homenaje, me pareció una idea excelente. Personalmente, guardo por Methol un profundo respeto intelectual y aunque no lo conocí mucho personalmente, tuve acceso a muchas de las cosas que escribió y habló. Además, tuve algún contacto personal en los últimos años, caracterizado por esa visita sorpresiva que realizó a mi casa cuando hacía muy poco tiempo que yo estaba aquí, en el Senado.
Muchas gracias.
SEÑOR LACALLE HERRERA.- Pido la palabra.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR LACALLE HERRERA.- Señor Presidente: Héctor Gutiérrez Ruiz siempre decía que si “Tucho” Methol no hubiera sido tartamudo habría sido una potencia política, porque realmente muchas veces aquel impedimento le cortaba el fluir del pensamiento.
Tengo por él un recuerdo matizado por discrepancias. Es una relación que comenzó en 1958 cuando acompañó a Herrera y a Nardone; por supuesto que yo lo hice con una diferencia grande de edad.
Me parece que el actual momento de homenaje no es el adecuado para polemizar respecto a sus interpretaciones históricas del Partido Nacional, del doctor Luis Alberto de Herrera, sobre quien, por supuesto, nadie tiene derechos de propiedad y solo se trata de interpretaciones.
Es cierto que no discrepó con el doctor Herrera porque cuando este murió, él integraba las filas de aquella unidad entre Herrera y Nardone, que en 1958 tuvo el éxito que todos conocemos.
También creo -en esto, mi estimado amigo, doctor Da Rosa, sabrá excusarme-que no era un librepensador, porque esa palabra tiene un sentido que va más allá de lo que significa su unión. Para mí era un hombre que pensaba libremente; considero que esta afirmación es un poco más afinada en cuanto a la descripción del personaje.
En materia de integración de América Latina, tenía una visión antigua, justamente basada en la industrialización y en los temas que ha señalado el señor Senador Couriel con mucho acierto. Creo que el tema de la globalización dejó de lado todas esas teorías y les quitó sustento. Me parece que podemos aspirar a una integración a nivel comercial -considero que es la única a la que debemos dar fuerza- pero no política, ya que está demostrado, por lo que estamos viviendo, que es un error; y lo es para el Uruguay. Nuestro país es el primer interés, es un amor excluyente; no puede haber dos patrias sino una sola, y el Uruguay es la nuestra. Desde 1813 no hubo posibilidad de otra mayor porque la negativa al proyecto artiguista puso punto final y definitivo a toda posibilidad de entendimiento, en la medida en que Buenos Aires sigue siendo -y lo será- un centro de poder adversario en esas ideas, no solamente en el relacionamiento con nosotros sino también en su vínculo interno con las provincias, que son víctimas de la capitalidad ejercida por el Gobierno de Buenos Aires, como decía Artigas.
Creo además, señor Presidente, que el aporte de Alberto Methol Ferré fue muy inteligente en la propia plasticidad de su pensamiento; fue variando, pero esto no es ninguna tacha en esa materia, porque lo que no deben cambiar son las ideas centrales ni los fundamentos conceptuales. Decía el doctor Herrera, en la adecuación a los tiempos: “No he cambiado yo, han cambiado las circunstancias”. ¡Vaya si las circunstancias obligan a que el rumbeador tenga que ir de un lado a otro para encontrar el camino!
En cuanto al pensamiento católico de la Iglesia a la que ambos pertenecemos, también creo que el momento de la Teología de la Liberación -felizmente superado- fue de una interpretación materialista de la fe católica. Creo que ahí tuvo una gran influencia el Padre Luis Segundo -profesor del Colegio de los Jesuitas donde me he formado- quien fue uno de los pensadores más fuertes de esa tendencia católica más que cristiana, aunque también considero que fue hija de una circunstancia hoy superada por la propia Iglesia y su pensamiento social.
Se ha nombrado lateralmente a alguien a quien también quise y aprecié mucho: Carlos Real de Azúa. Carlitos era amigo de mis padres; en cierto sentido, yo estaba entre ambas generaciones. Como dije, fue amigo y cultor de una amistad muy importante. También él fue un hombre que cambió su pensamiento, diría que de la manera más extrema que se conoce, porque su proximidad con el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera lo ubicaba en una punta del extremo de las ideas, pero luego deriva hacia otros pensamientos. En lo personal, creo que fue uno de los intelectuales de Uruguay que más cambió en el sentido del ancho del horizonte del pensamiento.
Cuando en 1957 se conforma la unidad de Herrera y Nardone en el grupo “Herrero-Ruralismo”, una serie de hombres jóvenes de ese entonces -Reyes Abadie, Williman, Methol y Real de Azúa- representaron algo así como el cerno de aquellos que quisieron generar, a partir de la irrupción del ruralismo en el Partido Nacional, un pensamiento que vistiera aquel episodio sobre el cual algún día podríamos extendernos porque, si bien en ese entonces éramos menores, fuimos testigos de todos esos avatares, desde su principio hasta el fin.
Me parece, señor Presidente, que este no es el momento para marcar lo que fue una discusión dura que mantuvimos acerca de lo que representaba el Mercosur -los señores Senadores conocen cuál es mi opinión al respecto- pero adhiero al homenaje que se tributa a “Tucho” porque realmente fue una luz en un pensamiento político nacional que todos, más allá de las discrepancias, tenemos que apreciar por su contribución.
Una nación no es el resultado de un solo aporte, sino que, como decía el doctor Herrera, cada generación vuelca su cántaro al pasar, es decir, aporta al gran torrente que es una nación. Aquí ha habido -o estamos recordando- un cántaro que ¡vaya si aportó!, no para que sus ideas fueran tomadas en su totalidad sino para enriquecer la mezcla que es un país, que no puede ser dogmático en su pensamiento ni unívoco en su camino; simplemente es la sumatoria de todos aquellos que, de buena voluntad, aportan pensamiento y acción, que en política a veces están separados. Hay dirigentes políticos que cuentan con el aporte de sus asesores o de los que elaboran el pensamiento apreciado por ese dirigente político que después lo lleva adelante, y hay quienes, en su propia persona, tienen la síntesis de pensamiento y de acción. Ese es el caso del doctor Herrera, respecto de quien -repito- nadie tiene la interpretación única de sus ideas porque no se trata de eso, ya que las figuras históricas son patrimonio de todo el país. Desde nuestro punto de vista, es en ese pensamiento donde encontramos la fundamentación de lo que ha sido nuestra modesta actuación en la defensa de la individualidad nacional, que no es obstativa sino que, por el contrario, se potenciaría si lográramos la libertad de comercio y la unidad comercial de América del Sur y, por qué no, de todas las Américas. Me parece que ese es el idioma en el que cada uno puede mantener su pensamiento político propio, pero traer la prosperidad a todos.
Las naciones se relacionan a través del comercio, que es el lenguaje internacional que utilizan para hacerlo. Para quienes creen que hay una etapa posterior de unificación, coincidencia o coordinación política, ese es el primer paso. Vemos lo que nos está pasando en la medida en que acentuamos los aspectos políticos y no tenemos ningún rédito en el plano comercial; hemos pasado a la actitud, diría que penosa, de que cuando hay un problema internacional, es el Mercosur el que opina. Me parece que en ese sentido hemos perdido una parte esencial de nuestra independencia. El Mercosur no tiene personería internacional para opinar, por ejemplo, respecto al tema de Palestina, del Cercano o el Lejano Oriente, de China o de Estados Unidos. Es patrimonio exclusivo de los países expresarse de la manera que quieran. El hecho de que se consulten a las Cancillerías y que estas hablen, es otra cosa, pero cuando se dice “El Mercosur apoya tal o cual cosa”, por ejemplo a un país para que ingrese en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es una macana. El Mercosur no está para eso ni, como dije, tiene la personería internacional a tales efectos. En esos casos opinan Uruguay, Argentina, Paraguay, Brasil, y ahora también Venezuela. Me parece que en ese tema estaba esa visión distinta, pero adhiero fervorosamente a la idea de mi estimado amigo, el señor Senador Couriel, de tributarle este homenaje por haber sido uno de los orientales que se destacó por haber pensado al país y quererlo mucho. El amor también presenta manifestaciones distintas, pero sin lugar a dudas quería a su país.
Muchas gracias.
SEÑOR RUBIO.- Pido la palabra.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR RUBIO.- Señor Presidente: es muy poco lo que queda por expresar porque ya se ha dicho lo más relevante, particularmente en la brillante exposición que realizó el señor Senador Couriel y en lo manifestado por el resto de los que se han sumado a este homenaje.
Sentí una enorme simpatía por el “Tucho” Methol. Siempre me pareció que fue uno de los grandes pensadores de nuestro país que no había tenido un reconocimiento como el que se le está tributando en esta circunstancia. Tuve muchos intercambios de ideas con él, la mayor parte de las veces para disentir, porque encontré que su pensamiento era a tal punto revulsivo que introducía el cuestionamiento, pero nos hacía pensar en profundidad.
En la época en que tuvimos más vínculo, adherí fervientemente a la Teología de la Liberación a la que aludía el señor Senador Lacalle Herrera, generada en el Uruguay fundamentalmente por otro no reconocido pensador -aunque sí de talla universal- que ha tenido este país: el Padre jesuita Juan Luis Segundo. Es así, entonces, que desde esa perspectiva Methol desarrollaba exactamente lo contrario.
Le llevó toda una mañana explicarme -no por su tartamudez, aunque eso también incidía, sino por la profundidad de su pensamiento, de su desarrollo y de los vínculos que establecía desde los orígenes, porque era de aquellos que estudiaba en las fuentes- que era el único neotomista que existía en este país. A partir de eso siguió una ruta que derivó, incluso, en los lugares que ocupó internacionalmente en la Iglesia Católica.
Además de lo que se ha resaltado, se da la paradoja de que si bien pensó y habló mucho, escribió relativamente poco, porque si hacemos el inventario de sus publicaciones veremos que tiene un salpicado pequeño sobre esto o lo otro de enorme brillantez, pero no un desarrollo que ocupe un gran espacio desde el punto de vista editorial. Sin embargo, ha tenido una enorme influencia en nuestro país, quizás con su pensamiento y su itinerario político de corte transversal, porque fue un heterodoxo en muchos sentidos, una referencia y consulta para todos. En este país muy pocos han logrado ser referencia y consulta para todas las corrientes políticas de este Uruguay.
En este ámbito se ha destacado suficientemente lo que fue el aporte de su libro “La Crisis del Uruguay y el Imperio Británico”, el tomar al Uruguay como cuestión y problema, pero al mismo tiempo se puede decir con satisfacción que las interrogantes fundamentales han sido despejadas por la Historia y que nuestro país ha encontrado un camino muy emparentado con buena parte de las tesis sustentadas por Methol; en ese sentido, ha sido alguien que se anticipó a su tiempo.
En ese cruce que hizo entre su visión filosófica y teológica y por otro lado histórica, destacó algo que ha sido muy importante y cada vez más relevante en la historiografía, que es todo lo que tiene que ver con las misiones jesuíticas y su trascendencia en la región. Tuvo un sentido del humor que realmente generaba mucha simpatía. Me parece que debe ser destacado como un “buscador de caminos”, lo que no implica que coincidamos necesariamente en el hilo conductor, pero sí en la idea de ir abriendo caminos. Digo que no coincidimos en el hilo conductor porque creo que este siempre estuvo, aunque la transformación debía producirse por un gran fenómeno de movimiento populista en el país con un liderazgo muy marcado. En toda su vida estuvo buscando eso, que explica gran parte de su itinerario.
SEÑOR ABREU.- ¿Me permite una interrupción, señor Senador?
SEÑOR RUBIO.- Esta es una parte de la verdad, una manera de ver, pero no es lo que estamos considerando en el día de hoy. Adhiero convencido de ello y felicito a los que han tenido la iniciativa de traer a este lugar la figura de Alberto Methol Ferré.
Muchas gracias, señor Presidente.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador Abreu, porque creo que desea hacer alguna observación.
SEÑOR ABREU.- Voy a contar una pequeña anécdota para agregar algo más a lo que fue la figura de Alberto Methol Ferré.
Hace dos o tres años, en una cena con el Embajador Rubens Ricupero -uno de los pensadores brasileños con gran fuerza, ex-Ministro de Economía- miraba a “Tucho”, como en el pimpón, en una profundísima conversación que mantenía con él. Hay una anécdota que puede ser graciosa para ilustrar lo que él recordaba de las viejas historias de nuestra vida parlamentaria. Contaba que una vez en el Parlamento, en un momento dado Dardo Regules venía con un sobretodo y al verlo Emilio Frugoni le dice: “¿Rerum novarum?”, a lo que él contesta: “No, centesimus annus”.
(Hilaridad)
-Cuento esta anécdota para que los señores Senadores vean el grado de humor y de referencia que podía existir entre dos visiones totalmente distintas, pero la cultura les daba para tener esa tolerancia y entrecruce de referencias hasta desde el punto de vista de la convivencia política. Esto lo recordaba “Tucho” y hasta lo citaba como anécdota al propio Embajador brasileño que él recibía. Siempre es bueno recordar con humor las cosas que hacían al Uruguay, a esa convivencia y a esa tolerancia.
Gracias, señor Presidente.
SEÑOR DA ROSA.- Pido la palabra.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR DA ROSA.- Señor Presidente: según tengo entendido, se ha agotado la lista de oradores por lo que quiero solicitar que la versión taquigráfica de las palabras que se han vertido en este sencillo homenaje de reconocimiento que el Senado ha hecho a la figura del señor Alberto Methol Ferré en el día de hoy, sea enviada a sus familiares.
SEÑOR PRESIDENTE.- Se va a votar la moción presentada por el señor Senador Da Rosa.
(Se vota:)
-19 en 19. Afirmativa. UNANIMIDAD.
SEÑOR LESCANO.- Pido la palabra para fundar el voto.
SEÑOR PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor Senador.
SEÑOR LESCANO.- Señor Presidente: el coordinador de bancada nos había anunciado que había un cierto acuerdo para que hicieran uso de la palabra menos representantes por partidos políticos, de manera que utilizamos este procedimiento tan breve para adherirnos a la trascendencia y a la emoción, si me permiten, de este homenaje al profesor Alberto Methol Ferré, diría, tan justo y tan necesario.
Este homenaje, sin duda, fue una gran idea que, en mi opinión, hubiese merecido otra promoción, para que se realizara seguramente con barras repletas de gente -incluidos discípulos y amigos- admiradora de esa gran figura del pensamiento uruguayo y latinoamericano que fue Alberto Methol Ferré. Quizás algún día sea un Parlamento Latinoamericano el que le rinda homenaje, porque como pocos expresó esa pasión por la integración desde una perspectiva nacional y popular, por supuesto que en el marco de un proceso cultural y fundamentalmente político. Así concibió Methol esa perspectiva integracionista, de la que fue uno de sus defensores más consistentes, más sólidos y hasta más pasionales, si se me permite la palabra.
También la Iglesia Católica perdió con Methol Ferré un pensador muy importante, de enorme influencia, como ya fue destacado por los oradores intervinientes. Seguramente, junto con los argentinos Ricardo Perera y Carlos Custer, el mexicano Castillo Peraza y los chilenos Claudio Rego y Alberto Sepúlveda, estuvo entre los intelectuales laicos católicos que más influyeron en el pensamiento no solo de sus iglesias nacionales sino a nivel latinoamericano. A quienes Medellín nos marcó tan fuertemente para nuestros compromisos futuros, nos es impensable imaginar algunas de las resoluciones y líneas de enseñanza teológicas que no tengan en cuenta el pensamiento y el aporte de Alberto Methol Ferré.
He visto que en la Barra hay poca gente pero muy calificada, porque la Fundación Vivian Trías realizó muchos homenajes y jornadas de reflexión sobre su pensamiento. Seguramente el señor Senador Abreu recordará que Fernando González Guyer hizo en el Mercosur, como debía ser, una gran jornada de homenaje a Alberto Methol Ferré que convocó a muchísima gente. Es imposible adentrarnos en el pensamiento y en la complejidad de ese fenómeno popular que es el peronismo sin pensar en su aporte. La semana pasada el escribano salteño Zunini presentó el libro “Populismo, Perón, Peronismo, Poder”, y desde luego son muchísimas las referencias bibliográficas que hace a Alberto Methol Ferré.
Fue amigo de Juan Pablo Terra y de otros políticos que nos acompañan hoy día, como Mario Cayota, con quienes compartió líneas de reflexión históricas, teológicas y políticas muy importantes. Como bien señalaba el señor Senador Rubio, fue uno de los pensadores más citados por el liderazgo político de todos los sectores. Ese, efectivamente, fue un rasgo distintivo, que habla, entonces, de la justicia de este homenaje, al que nos adherimos con mucha convicción.
Solicito, señor Presidente, que, además del destino que ha propuesto el señor Senador Da Rosa, la versión taquigráfica de estas palabras se remita a la Fundación Methol Ferré, a la Fundación Vivian Trías, al Centro Latinoamericano de Economía Humana, a la Universidad de la República y a la Universidad Católica, es decir, a aquellos centros académicos que tuvieron en Methol a un gran referente.
Muchas gracias.
SEÑOR PRESIDENTE.- Creo que si el Senado está de acuerdo, en la medida en que ya fue votada la moción presentada por el señor Senador Da Rosa -a la cual estaba adhiriendo el señor Senador Lescano por vía de fundamento de voto- se podría complementarla con los destinos propuestos, sin necesidad de votar.